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Tus Prioridades

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Las mujeres tenemos tantas responsabilidades y obligaciones que atender que resulta muy difícil establecer el equilibrio en nuestro horario diario. Somos las primeras en levantarnos y las últimas en acostarnos y nuestra mente se mantiene constantemente pensando y programando lo que debemos hacer. No importan la etapa de la vida en la que nos encontremos siempre hay mucho para hacer. Si eres joven, estudiante, si estás casadas, con hijos, si trabajas dentro y fuera del hogar, o si ya eres una mujer de edad adulta, las horas del día te resultarán insuficientes para enfrentar las demandas de la vida.

Esto me ha llevado a concluir que necesitamos aprender, por nuestro propio bien, a establecer un sistema que nos permita sentirnos bien con nosotras mismas y satisfechas con nuestro desempeño en el hogar. Desde hace muchos años descubrí que la única forma de establecer ese equilibrio para sentirme productiva es dándole a Dios el primer lugar en mi día. Bueno, tal vez tú que lees este artículo estarás pensando que todos los días oras y lees la Biblia así que si de eso se trata entonces estás bien en lo que a prioridades respecta. Sin embargo, quiero decirte que, aunque ores y leas la Biblia todos los días vas a necesitar algo más para garantizar que Dios tomará el control de tus actividades diarias.

Por un tiempo me di cuenta de que tenía la tendencia de buscar el tiempo adecuado, tranquilo y cómodo para tener mis momentos personales con Jesús. Para ello quería que todo estuviera bajo mi control, cosa que nunca se logra totalmente, con el pensamiento de que disfrutaría mejor y sin interrupciones de mi devocional. Con todo esto solamente logré que pasaran las horas del día posponiendo mi tiempo con Dios pensando que “dentro de un ratito voy y me siento a estudiar”. Así lo dejaba para “más tarde,” “para luego”, “mañana hago doble,” y la lista de excusas y buenas intenciones se fueron prolongando y se pasaba un día tras otro sin lograrlo, pero con la sincera intención de ponerme al día.

Descubrí que la tranquilidad no vendrá a buscarme, tendré que luchar para alcanzarla. No necesito que todo esté en perfecto orden y silencio. Lo que necesito es olvidarme de todo lo demás y detenerme con mi Biblia y Jesús sin excusas. Solo cuando esto se torne un hábito en mi rutina diaria, será como podré alcanzar el máximo de rendimiento en mi vida personal. Entonces las horas de mi día fluirán de acuerdo con la voluntad de Dios y mis fuerzas físicas serán fortalecidas.  Dejemos las excusas y busquemos al Señor, primero que nada.