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El Elefante

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Soy una gran admiradora de los elefantes. Hace muchos años mientras caminaba por  una gran avenida de la Ciudad de México una ancianita se me acercó y me regaló una figura de elefante pequeñita. Cuando me la entregó me dijo: “Esto es para la buena suerte”. Traté de rechazar su obsequio porque no quería dar la impresión de que soy de las personas que adquieren amuletos para la buena suerte, pero la anciana me aseguró que solamente quería hacerme un regalo. Ese fue el comienzo de una colección que ha crecido tanto que en la actualidad tengo más de 500 elefantes en cuadros, adornos, prendedores, camisetas, servilletas, floreros, sandalias, y muchos más.

Este hermoso e impresionante animal siempre me ha llamado la atención por su gran tamaño, su trompa y sus grande orejas. Me gusta mucho ver la forma como estos animales cuidan de sus crías y cómo viven en familia. Creo que Dios disfrutó mucho creándolo y cuando estemos en el cielo creo que podré estar cerca de estos animales sin miedo a que se tornen agresivos. En cierta ocasión leí una hermosa historia que encierra una gran lección y justamente se trata de un elefante. Hoy quiero compartirla con ustedes esperando que puedan aprender y disfrutarla tanto como yo lo he hecho.

Historia:
Cuando yo era chico, me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. También a mí como a otros, después me enteré, me llamaba la atención el elefante. Durante la función, la enorme bestia hacía despliegue de peso, tamaño y fuerza descomunal, pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo. Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que este animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría con facilidad, arrancar la estaca y huir. El misterio es evidente: Qué lo mantiene entonces? Por qué no huye?

Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: – Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?
No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo me olvidé del misterio del elefante y la estaca y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta.

Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta: – El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy pequeño”.

Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que aquel momento el elefante empujó, tiró y sudó tratando de soltarse, y a pesar de todo su esfuerzo no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro día y el que siguió. Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Este elefante enorme y poderoso no escapa porque CREE QUE NO PUEDE. Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que se siente poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro.
Jamás, jamás…. intentó poner a prueba su fuerza otra vez.

Cada uno de nosotros somos un poco como ese elefante: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad. Vivimos creyendo que un montón de cosas “no podemos” simplemente porque alguna vez probamos y no pudimos. Grabamos en nuestro recuerdo: No puedo…. y nunca podré. Crecimos portando ese mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y nunca más lo volvimos a intentar.

Aprende a ser libre, vive sin ataduras. ¡No te rindas!  “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” Filipenses 4:13

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