Desde Mi Hogar

Aprendiendo a Envejecer

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La conocida actriz norteamericana Betty White dijo lo siguiente: “No quiero luchar contra la vejez, pero no trato de invitarla a vivir conmigo tampoco. Yo quiero una buena relación simbiótica con ella, donde estemos totalmente desprevenidas una de la otra”.

Interesante declaración, ¿no les parece? Hablar de vejez no es fácil porque nadie quiere envejecer, pero aunque no nos guste la idea, todos envejecemos. Para algunas mujeres el envejecimiento es un fantasma que se aparece para asustarlas cada vez que se miran en el espejo. Descubrir esas arrugas que aparecen en los ojos, ver esas canas que se asoman mostrando que el color del cabello está cambiando puede ser muy desalentador para aquellas mujeres que no han entendido que ese deterioro natural del cuerpo no necesariamente tiene que ser la señal de que la belleza se ha ido.

Mi cabello comenzó a tornarse canoso después de una cirugía a la que me sometí a temprana edad. Al principio me sentí un poco preocupada y hubo un momento en el que pensé que si me pintaba el cabello podría esconder ese proceso que había comenzado. Después de meditarlo un poco llegué a la conclusión de que lo mejor sería aceptar mi realidad y tratar de mantener el cabello bien arreglado para compensar un poco el asunto de las canas. Sin embargo, una situación que me sucedió en cierta ocasión me dio una gran lección.

Me encontraba dictando unos seminarios de capacitación a un grupo de maestros que trabajan con los niños en la iglesia. Sentados en la primera banca estaban dos niños de aproximadamente unos 12 años de edad cada uno. Sus ojos estaban fijos en mí mientras yo explicaba la lección. Hubo un momento en el cual pensé qué sería lo que tanto les interesaba de mi exposición. Cuando tuvimos un corto receso, los dos niños se acercaron á mí y uno de ellos me preguntó: – “¿Qué edad usted tiene?”

De inmediato su compañero le dijo: -“A las mujeres nunca se les pregunta la edad”. Creo que este niños había aprendido a temprana edad una de las grandes lecciones que los hombres deben aprender al tratar con mujeres. Sin embargo, su amiguito continuó conversando y preguntándome por qué yo tenía el cabello canoso. Cuando me disponía a contestarle, el chico sabio dijo: “La señora tiene el cabello canoso porque eso es señal de sabiduría e inteligencia”. ¡Tremenda y profunda respuesta! Debo confesar que escuchar esa respuesta trajo alivio a mi persona porque evitó que tuviera que decirle al chico mi verdadera edad.

Ni el color del cabello, ni la textura de la piel debiera ser la preocupación de una mujer cristiana. Si bien es cierto que debemos cuidar de nuestra apariencia personal de manera que glorifiquemos a Dios con ella a la vez que nos sentimos contentas con nosotras mismas, el tener un corazón dispuesto a hacer la voluntad de Dios y un espíritu alegre y agradecido son las mejores medicinas para evitar el envejecimiento. Tarde o temprano veremos señales de envejecimiento en nuestro cuerpo por mucho que tratemos de esconderlo, pero hagamos todo lo posible por mantener nuestro interior fortalecido y rejuvenecido. El apósto Pedro lo dijo de una forma muy clara: “Vuestro atavío no sea el externo… sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de gran estima delante de Dios” 1 Pedro 3:3,4.

 

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